27 de abril de 2010
Consagración
¿Qué hacemos cuando
las cosas no ocurren
con la velocidad
que deseamos?
...
¿Qué sé yo?
La noche me llevaba a pensar cosas no mucho buenas al respecto de la vida. El futuro me dejaba con dolor de cabeza, puesto que la necesidad de cambiar de casa y la imposibilidad del presente me ponian muy aburrida.
Asimismo, yo insistía en pensar que lo bueno de la vida es tener alguién que te abraze todas las noches y te haces sentir bien por todo lo amor que te siente y que te haces sentir. De verdad, agradezco por eso.
Aquella noche tuve un sueño muy raro.
Estaba en la playa con un gran grupo de personas.
Mi padre y mi madre estaban allá también.
Todos iban a hacer un homenaje a la reina de los mares que los católicos la llaman de Nuestra Señora de los Navegantes y los de religión afro la conocen por Yemanjá.
Bueno, yo iba llevando en mis brazos una niña muy bella.
Adentré despacito en el agua, pero de pronto cambió el mareo y una ola me bañó por completo, asi como también a la pequeña.
Tuve una fuerte sensación de paz. De haber tenido una experiencia que me tocó el corazón. Fue como se yo tubiera una bendición.
Me desperté y charlé con mi mamá acerca de lo sueño.
De pronto ella abrió un libro y leyó:
“Sueñar con la Nuestra Señora es un excelente presagio.
Vas a tener un gran avanzo en tu vida, con mucha prosperidad y suceso.”
¡Fue la consagración de mis sensaciones!
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