18 de janeiro de 2010

Cuando morir es una necesidad

Tomé el auto y salí sin pensar, ni me detuve a nada. Era el velorio de mi madre, no era un pretexto para faltar el empleo por dos días. No habia necesidad de la desconfianza de mi jefe. Eso me quedó perplejo, más que el próprio hecho de la muerte de mi madre. Pues, estaba a dos horas de la ciudad de lo entierro, pero el jefe, ese sí, estaba allí.

Pié na estrada y perturbación en la cabeza. No pude concentrarme en las sinalizaciones del tránsito. Para peorar, también no verifiqué el combustible, óleo, neumáticos, luces... Mal cabia en aquella carretera sentido al fin. Era el encerramiento de uno ciclo vital, la muerte de mi madre. Al contrário de la pelea con el jefe, que parecia infinita.


Como era de esperar, el clima nunca favorece los viajes de última hora. La lluvia torrencial colaboró con el clima de entierro. Velocidad, pista mojada y nervios a flor de la piel integraban una combinación peligrosa. Yo no tenía compania, ni mismo de mis próprios pensamientos que insistian en fugir para muchos logares al mismo tiempo. Tamaña confusion mental acabó por meterme en una emboscada. Un grupo de asaltantes habia parado un auto cargueiro. No tube salída. Caí en lleno en aquella emboscada. Directamente los asaltantes me hicieran rehém, yuntamente con el motorista peleado por tantos golpes.


El dolor de la emboscada era solamente una más. La muerte de mi madre parecia algo aún no ocurrido en la vida real. En la mente, la cara fea y desconfiada de mi jefe parecia ser el estopín para aquella situación si salída. Mi propria muerte era la alternativa que más abreviaba aquel terror. Pedi que me matasen...

5 de janeiro de 2010

Gracias por el fuego

¿Sabes cuando estamos tristes, melancólicos, echando de menos sin saber lo que? Pues, una noche de esas yo estaba así. No tenía ni hambre. De modo que empecé a buscar unos poemas con ganas de borrar la depresión. Encontré de todo de los autores brasileños que me encantan. Carlos Drummond de Andrade, Mario Quintana, Manoel de Barros, Vinícius de Moraes, Cecília Meireles... Lo malo es que ninguno me quitó las ganas.


Después de una busca desenfrenada por algún texto que me dejase mejor, encontré unos versos de una persona que no conocía, pero que me gustaría muchísimo conocerla.“De vez en cuando la alegría tira piedritas contra mi ventana / quiere avisarme que está ahí esperando...” ¡Estupendo! Era el poema Piedritas en la ventana. Me habia deparado con las maravillas del poeta, narrador, dramaturgo, ensayista y periodista uruguayo Mario Benedetti. “Está bien me doy por persuadido / que la alegría no tire más piedritas / abriré la ventana / abriré la ventana.”


Pasados algunos meses me fui de vacaciones a Buenos Aires. Fueron días de clases también, pero lo que más me agradaba era la posibilidad de comprarme libros y más libros en español. Mis amigos buscaban Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Octavio Paz, entre otros. Mientras yo, todo lo que buscaba era los libros de Mario Benedetti. Así, en la capital de los porteños el primer libro que me compré fue Buzón del Tiempo. Una colección de cuentos que me llevaron a apasionarme aún más por Benedetti.


El tiempo fue pasando, yo estudiando y buscando siempre más obras del uruguayo simpático y tan sencillo que había hecho encandilarme sobre sus palabras, frases, versos y novelas con ganas de saberlos todo. Disfrutaba de cada lectura. Mi hambre por Benedetti creció y traducía una verdadera voluntad de conocer a todos sus personajes y tramas. Además, cada vez que veía su foto en los libros, me daba ganas de conocerlo en persona. Pero, ahora ya no será posible. Él nos dejó el día 17 de mayo de 2009, a los 88 años. Lo siento muchísimo y solo me resta decir: Gracias por el fuego.